Eshan Ullah Khan, activista contra el trabajo infantil en Pakistán, lucha por combatir esta lacra social.
Fuente: Mundo Cristiano
Ehsan Ullah Khan ha perdido todo por defender a los niños esclavos de Pakistán. Tan sólo lleva con él un bolígrafo con el que recuerda las palabras del joven Iqbal Mashih con las que pedía la libertad y la educación con la sencilla frase: “Necesitamos más bolígrafos que armas”. Ha estado en Madrid y ha explicado su historia a Mundo Cristiano.
Iqbal Mashih fue entregado por su padre a un fabricante de alfombras cuando tenía 4 años por tan sólo 9 euros. Desde ese día dejó de tener una familia para tener un “amo” y ahí comenzó a ser esclavo. El pequeño, encadenado a un telar, recibía malos tratos y trabajaba más de 12 horas al día sin compensación alguna.
Iqbal tejía alfombras que eran especialmente valiosas por su finura. Tan sólo unas manos pequeñas y blandas, es decir, las de un niño, pueden conseguir semejante precisión.
Cifras desconocidas
Las cifras de la esclavitud infantil en el mundo son imposibles de confirmar. Hay quienes hablan de 153 millones de niños esclavos, otros, de 400 millones. El horror de que un pequeño no conozca la libertad, el juego o el cariño hace exponencial e incalculable el horror de este trabajo esclavo.
Consciente de la existencia de este trabajo infantil y esclavo, en 1992 Eshan Ullah Khan, activista musulmán, inició una campaña contra esta triste plaga en Pakistán. Allí conoció a Iqbal Mashib, que entonces tenía 10 años y era cristiano, y consiguió su liberación.
El pequeño Iqbal, respaldado por Eshan, se atrevió a romper las cadenas a pesar de la oposición de su amo. Pero la libertad interior es una meta que no se consigue de igual manera que la libertad física. “A estos chicos se les enseña que no deben hablar mirando a los ojos, que no deben, ni siquiera pensar que son iguales que los demás y que deberían ser libres”, explica Eshan. Subraya: “no se puede ser libre con miedo”.
Un camino largo
Se trata de un camino mucho más largo y costoso de lo que se podía imaginar pero que comienza con tres pasos. El primero, enumera con convicción el activista, es repetir en silencio “yo soy libre”. Después, poder decir esta misma frase en voz alta aunque de manera solitaria. Y, como culmen, unirse a otros niños y gritar esta frase de libertad todos juntos. Este camino hace que las cadenas interiores se rompan poco a poco.
Hay quienes hablan de 153 millones de niños esclavos, otros, de 400 millones
Iqbal y Eshan liberaron a más de tres mil pequeños. Su reivindicación de libertad se escuchó en el mundo entero
Pero además de este proceso psicológico, Ensha vio en la educación el camino que recorrer para llegar a la libertad a la autonomía a la autosuficiencia. Por eso, en colaboración con el Bounded Labour Liberation Front (BLFF; en español, Frente de Liberación contra el Trabajo Esclavo) se puso en movimiento para construir colegios para los niños de las fábricas de su país, Pakistán, para que los niños que abandonaban los telares pudieran comenzar a formarse y tener las herramientas, en este caso intelectuales, para hacer frente a quienes quisieran apoderarse de sus vidas.
Eshan Ulla Khan explica que la discriminación de las minorías, en concreto, la cristiana y también la musulmana, procede del sistema de castas instaurado hace más de dos siglos y por el que los últimos no cuentan con ningún derecho ni respeto por parte del Estado. La clase dominante quiere mantener ese sistema por los beneficios que le reporta, aunque perpetúe la esclavitud y la pobreza de un sector de la población.
Tejer alfombras, balones de fútbol o hacer ladrillos… Da igual la mercancía, lo que importa es que el beneficio supere a los costes, también los costes humanos.
La voz de los sin voz
Iqbal y Eshan liberaron a más de tres mil pequeños. Y su reivindicación de libertad se escuchó en el mundo entero. Iqbal Mashih ha hablado ante miles de personas en Suecia y Estados Unidos. Y por primera vez, la voz de los sin voz, los niños esclavos de Pakistán, resonó en todo el mundo. Explicó que quería ser abogado para ayudar a los niños que todavía se encontraban esclavos, como él mismo fue un día.
En 1994 recibió el Premio a los Derechos Humanos Reebok, en Boston. Ante la audiencia explicó que él era uno de los millones de niños que sufren en Pakistán por el trabajo esclavo y que gracias al BLFF había podido estudiar. “Para nosotros, Ehsan Ullah Khan y el BLLF han hecho el mismo trabajo que Abraham Lincoln hizo por los esclavos de América. Hoy ellos son libres y yo también soy libre”, aseguró en su discurso.
Estas palabras representaban el grito de miles de niños que entonces, y todavía hoy, se encuentran físicamente encadenados a su puesto de trabajo en condiciones infrahumanas y sufriendo gravísimos abusos físicos, mentales y sexuales.
Esa voz hizo que el resto del mundo comenzara a mirar a las consecuencias de su sistema de consumo que, en parte, hace que las grandes multinacionales aprovechen la necesidad en la que se encuentran muchas personas para tener unas condiciones de trabajo tremendamente precarias, o incluso llegar a la explotación infantil.
Sin embargo, todavía hoy existe este tipo de trabajo. Por eso Ensha habla desde hace más de treinta años de la responsabilidad de Occidente en la esclavitud infantil en estos países a través de las multinacionales, y anima a revisar los patrones de consumo. Indica que cualquier camiseta de las grandes marcas está hecha con mano de obra esclava y en su elaboración pueden haber participado hasta diez niños.
En su denuncia, también señala el uso que las multinacionales realizan de los tóxicos que se emplean para elaborar la ropa, que son altamente contaminantes, y que provocan desde enfermedades cutáneas u oculares hasta cáncer.
Esta reivindicación alta y clara le valió el rechazo y el repudio de Pakistán (llamada “Tierra de los puros”).
Asesinado
Iqbal fue asesinado cuando volvía a su casa en bicicleta, el 16 de abril de 1995.
Había alzado la voz contra un sistema que mantenía muchos intereses. A Eshan le cerraron todas las escuelas que había iniciado junto a Iqbal y el BLLF. Actualmente vive en Suecia como refugiado y Pakistán se ha negado hasta a expedirle el pasaporte.
Pero vivir lejos de su tierra y haber perdido todo no ha hecho que bajara la mirada ni la voz contra la injusticia por liberar a miles de niños y por luchar la libertad. Ensha sigue recordando al pequeño Iqbal y gritando bien alto: “Necesitamos más bolígrafos que armas para tener la paz”.