Iqbal Masih tenía cuatro años cuando su padre le vendió a una fábrica de alfombras de Punjab porque necesitaba un préstamo para pagar la boda del hijo mayor


Iqbal trabajaba doce horas al día trenzando alfombras por una rupia diaria. Sin embargo, con los intereses desorbitados, la deuda no para de crecer.
A los 10 años Iqbal asistió a un mitin sobre derechos humanos y su vida cambió radicalmente.
