Iqbal Masih. Cuando la juventud lucha por la justicia

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En abril de 1995 la prensa internacional se hacía eco del asesinato de un niño que había recibido premios internacionales por su lucha contra la esclavitud infantil Los sucios negocios de quienes utilizan niños esclavos para la elaboración de sus productos habían puesto fin a la vida de un niño que simbolizaba la liberación. Revistas de todo el mundo se hicieron eco del acontecimiento. Y creció la conciencia occidental respecto de esa salvajada que es la esclavitud infantil. Niños que fabrican nuestras alfombras, balones, zapatillas de deporte, productos electrónicos.
Al poco tiempo, comienzan a aparecer algunas publicaciones en torno a Iqbal que se centran en insinuar algunos puntos débiles en la propaganda de su muerte. Muy delicadamente pero marcando un rumbo inexorable. Tratan de esclarecer las «oscuras intenciones» de quienes informan sobre la muerte de este niño en extrañas circunstancias. Es como si de uno de los mártires de Chicago se difundiera el hecho de que de niño mató una mosca o en la escuela llegó a estar castigado por la maestra.
El hecho de que los datos descubiertos induzcan a sembrar dudas respecto del martirio de Iqbal nos muestra una vez más el cinismo de los enriquecidos. Importantes grupos editoriales y poderes políticos se han molestado porque quizá Iqbal no era un niño, sino un joven escasamente desarrollado y con cara de viejo. Esto solo muestra que no prestamos atención más que cuando los hechos son tremendamente brutales ¿El hecho de ser joven limita la esclavitud a que estuvo sometido, la promoción de que fue protagonista, el martirio que padeció? No juguemos con la sangre de los demás. Por eso, caso de que te demostrara que tenía pocos años más, no juzgamos su exageración sino nuestra necesidad de enturbiar los hechos cada que nos ponen el dedo en la llaga de nuestra buena vida. Nuestro cinismo.
Por otra parte toda la investigación realizada omite el hecho -evidente- de que la muerte de Iqbal acontece dentro de un clima de violencia. Una violencia establecida que se salta toda legislación y toda buena forma. Esto a quienes vivimos inmersos en la democracia formal nos cuesta entenderlo. Y es que no es lo mismo un asesinato dentro de una democracia formal cuya violencia es real pera no es legítima, que un asesinato donde la violencia es el pan de cada día. En tiempo de guerra no hay violencia casual; toda violencia da beneficios a una sociedad que vive en guerra.
Es posible que su asesinato en último término lo materializará un pobre, pero en un ritmo de violencia social ¿no es la situación de esclavitud la que ha condenado a ese pobre a su impotencia, a su rabia, a su incultura y a venderse? Hoy, a nadie se le ocurriría dejar de ver las decisiones políticas de poner en marcha las guillotinas tras el pobre verdugo que la ejecuta. O los funcionarios que ejecutan en la silla eléctrica. Siempre hemos de preguntamos qué clima social hay detrás, qué estructuras económicas, qué legislación, qué instituciones políticas, qué opinión pública. Pero el cinismo es así: primero paga a los verdugos y luego se escandaliza.

Gracias a Encuentro y solidaridad por esta reedición