La historia de Iqbal Masih (1982-1995), un niño de Pakistán, es la historia de millones de niños y niñas que, en la actualidad, aún sufren bajo el yugo de la esclavitud en cualquiera de sus formas en distintas partes del mundo.
Tratado como simple mercancía, Iqbal fue vendido por su propio padre a un fabricante de alfombras por solo 600 rupias. Ese fue el precio pagado por su “propietario” que le obligó a trabajar 12 horas al día encadenado a un telar. Además de ser sometido constantemente a torturas, el “dueño” de Iqbal sacaba mayores beneficios cediéndolo a otros explotadores ante su manejo del telar y la calidad de su trabajo. Para los empresarios de la zona dedicados a la fabricación de alfombras, poco importada que decenas de niñas y niños trabajasen en condiciones infrahumanas. Solo importaba el beneficio económico y la calidad del producto dejando de lado la dureza del trabajo al que se les sometía.
Cuando, con apenas 10 años, Iqbal no aguantaba más, logró escapar para denunciar a las autoridades las atrocidades que sufría tanto él como miles de niños y niñas por todo el país. Gracias a la ayuda del sindicato Bhatta Mazdoor Mahaz (Frente de los Trabajadores de ladrillos), y a pesar de los muchos intentos de soborno a las autoridades, su último “dueño” tuvo que responder ante la justicia cerrando la fábrica que, durante años, había sido la cárcel de pequeño Iqbal y de todos los niños y niñas que, como él, habían dejado su infancia atrapada entre esos muros.
Sonriendo como el niño que era al sentir por fin qué era la libertad, Iqbal dedicó todo su tiempo a seguir denunciando los abusos de los fabricantes de alfombras que continuaban explotando a cientos de niñas y niños en sus fábricas. A pesar de su diminuto cuerpo, el mensaje de Iqbal retumbaba por todas partes: “¡NO COMPRÉIS NINGUNA DE ESAS ALFOMBRAS! ¡LOS NIÑOS DEBERÍAN TENER LÁPICES EN SUS MANOS, NO HERRAMIENTAS!”.
Desgraciadamente, la voz de Iqbal fue silenciada poco tiempo después, al ser brutalmente asesinado por los disparos recibidos a manos de Ashraf Hero, un hombre de mediana edad adicto a la heroína. No obstante, algunas fuentes señalan como autores de su asesinato a un grupo de mercenarios a sueldo de la “Mafia de las Alfombras” que, tras acabar con la vida del pequeño Iqbal, huyeron en un furgoneta negra. Tal vez, nunca pueda resolverse totalmente ese interrogante.
Pasados 27 años tras su salvaje asesinato, en el Día Internacional contra la Esclavitud Infantil, debemos recordar que alrededor de 400 millones de niñas y niños viven sometidos en condiciones de esclavitud y con enorme riesgo de ser captados por organizaciones criminales dedicadas no solo a la trata de seres humanos, al tráfico de órganos o al narcotráfico, también corren un alto riesgo de ser forzados a participar en los conflictos armados como “niños soldado” e, incluso, de ser víctimas de redes de explotación sexual infantil.
Hemos de ser conscientes de que ninguna parte de mundo está libre de casos de esclavitud en cualquiera de sus formas. La esclavitud infantil sigue muy presente en aquellas zonas que sufren la pobreza extrema, en aquellas zonas azotadas por los conflictos bélicos o por las grandes catástrofes naturales. Un situación que, tristemente, se ha visto agravada por la pandemia del Covid-19 cebándose, una vez más, con quienes son más vulnerables, especialmente niños y niñas.
Si no queremos ser cómplices del sufrimiento de millones de niñas y niños en todo el mundo, es urgente adoptar todas las medidas de protección que sea sean necesarias y erradicar toda forma de abuso, maltrato, explotación y esclavitud infantil.
No olvidemos que los niños y las niñas también son titulares de los derechos humanos e inalienables a la educación, a la salud, a la libertad, a la igualdad y, en consecuencia, necesitan una mayor protección todos sus derechos y de su dignidad humana que, por encima de todo, más aún siendo menores de edad, es absolutamente inviolable. Porque, ninguna persona, nadie, jamás y bajo ningún concepto puede arrebatar a un niño o a una niña el derecho a ser y a vivir como lo que son: Niñas y niños.
Hoy, millones de niñas y niños seguirán privados de sus derechos; les será prohibido poder sonreír; les apartarán de sus familias; les arrebatarán sus sueños y su futuro; y les arrancarán de las manos el único juguete que quizá tengan jamás.
Sabemos lo que sucede y dónde sucede, pero apenas hacemos nada al respecto.
Somos cómplices

Fuente: La era de los derechos humanos